sábado, 25 de enero de 2014

La Santa Misa - Capítulo segundo - Ritos iniciales

Procesión de entrada
El sacerdote sale de la sacristía revestido con el alba y la casulla. Porque en la Santa Misa actúa in persona Christi et in nomine Ecclesiæ (en la persona de Cristo y en nombre de la Iglesia); el cura cuando celebra la Eucaristía deja de ser él mismo, por decirlo así, para ser el mismo Jesús: le presta su voz, sus gestos, sus palabras, de tal modo que cuando celebra es Cristo quién celebra. 
Mientras el sacerdote entra en la iglesia se inicia el canto, recuerda que quien reza cantando reza dos veces.
Normalmente la procesión de entrada es sencilla, sin embargo en las fiestas solemnes se puede hacer procesión con el patrón o el santo del día o reliquias por la calle.


El sacerdote besa el altar, que representa a Cristo. 
Cuando llegue Je-sús encontrará este beso. Dile tú también en el corazón en este momento una jaculatoria de amor a Jesús, por ejemplo: "Jesús, te quiero mucho". Así a lo largo de la Misa te vas uniendo a la celebración y le sacas más fruto y beneficio para tu vida espiritual. 


Saludo inicial
El sacerdote que preside comienza la celebración: En el nombre del Padre, + del Hijo y del Espíritu Santo, haciendo todos a la vez la señal de la Cruz. Todos contestan Amén. Asintiendo profundamente con todo su ser, porque en ese momento nos ponemos en la presencia de Dios.


La señal de la Cruz nos recuerda que Jesús murió en ella por nuestros pecados. Venimos a acompañarle en su Sacrificio por nosotros. De ahí que lo más importante de la Santa Misa no es tanto lo entretenidos o aburridos que estemos en ella, el gozo, el fervor, o quizás la frialdad interior que sintamos, sino recordar en todo momento que hemos venido a acompañar a Cristo en su Pasión y Resurrección por nosotros. 
Por supuesto, habrá que tomar todas las medidas a nuestro alcance para que el fervor crezca, para que las distracciones desaparezcan o bien las vayamos venciendo, pero sin ninguna duda, ninguna de estas cosas le quitarán el valor infinito que tiene el sacramento para nosotros y para toda la humanidad. 
Siempre será mejor estar, aunque no logremos el 100% de atención, que asistir sólo cuando sintamos todo a favor: cuando parezca que vamos a sacar mucho fruto, porque eso no depende tanto de nosotros como del Espíritu Santo actuando en nosotros. 
Un consejo. Ve siempre a Misa, no tanto por ti, como por Jesús que en ella te espera, te ansía, te desea...
Además, hacer la señal de la Cruz, nos recuerda que comenzamos la Misa en nombre de la Santísima Trinidad (Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo), porque ofrecemos al Padre el Sacrificio del Hijo gracias a la acción del Espíritu Santo, que nos permite actualizar al día de hoy su sacrificio amoroso.
Durante toda la Misa Dios está con nosotros. La Misa renueva y hace presente ante nosotros la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos de Jesús. Es decir, Jesús que por amor se entregó a nosotros en la Cruz y que a través del Sacramento nos beneficiamos del fruto de la salvación que nos trajo.
Por decirlo de una manera más sencilla. A través de la Santa Misa es como si cada uno de nosotros estuviéramos en el Calvario e hiciéramos nuestro la salvación que Jesús nos ha traído.
No pierdas de vista que Jesús está vivo, aprovecha para decirle que le quieres mucho y que estás dispuesto a responder a su llamada de entregarte tú también con ese amor a los demás.