sábado, 8 de febrero de 2014

La Santa Misa - Capítulo cuarto - Liturgia de la Palabra: Dios nos habla

DIOS NOS HABLA


Lecturas (sentados)

La primera lectura normalmente suele ser del Antiguo Testamento, salvo en tiempo pascual que para resaltar la acción del Espíritu Santo en los cristianos y la fuerza del resucitado se suelen leer del Nuevo.
Así tanto en la primera lectura, como en la segunda (que en un gran número de casos es de San Pablo), la Biblia nos recuerda lo que Dios ha hecho y ha dicho.
Dios te habla a través de unos libros y otros. Escucha con atención la Palabra de Dios. Seguro que tiene algo pensado para ti este domingo… y así todos.

Salmo responsorial (sentados)
Es nuestra respuesta a Dios que nos habla. Suele estar muy relacionado con la primera lectura, y se sitúa entre las dos primeras lecturas.


Los salmos (en total son 150) manifiestan muy bien los sentimientos de nuestro corazón (alegría, confianza en Dios, dolor de los pecados, y todos los que podamos tener). Te puede ayudar recordar parte de esta oración tan hermosa para repetirla durante el día. 
Ya sabes que bien al comienzo y al final o entre las estrofas se repite una frase corta (llamada antífona) que nos ayuda a adentrarnos en esa respuesta que Dios nos invita a darle.  
Podemos tomar como jaculatoria esa antífona  u otra frase que nos haya llamado la atención para repetir en oración a Dios. 
Por otro lado, la antífona o bien el salmo completo se pueden cantar.

Aleluya 

Palabra hebrea que viene a significar algo así como: “Alabad a Yahvé”, alabad a Dios, y es expresión de gran alegría.




Aunque en los primeros siglos de la Iglesia se reservó solo para el Domingo de Resurrección, con el tiempo se extendió a la celebración dominical cada semana, para resaltar la fuerza de la Resurrección. Fundamento y centro de nuestra fe.

Evangelio (de pie)
Nos ponemos de pie por respeto y atención (para seguir sus enseñanzas).
Jesús está presente y te habla a ti.


La lectura del Evangelio es más solemne que el resto, y queda reservada al sacerdote o al diácono. Cuando el sacerdote se acerca a leer se inclina primero ante el altar y, en secreto, dice: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio”, recordando el pasaje en el que a Isaías un querubín le toca los labios con unas brasas encendidas para purificarle y así pueda proclamar la Palabra de Dios. El sacerdote, (pecador como todos los demás), le pide que sea purificado y así sea digno para proclamar la Buena Noticia. Si el que va a leer es un diácono, le pide la bendición al sacerdote que preside la celebración.
El sacerdote hace la señal de la cruz en el libro, y a continuación con el pueblo, para que la Palabra de Dios se adueñe de su vida, sobre su frente (pensamientos), sobre sus labios (palabras) y en su pecho (sentidos y obras), pidiendo al Señor que le ayude a comprender, a proclamar y a vivir según la Palabra de Dios que se va a proclamar a continuación.
No pierdas la oportunidad de unirte al sacerdote y pedirle tú también que transforme tu vida entera, desde lo más íntimo.

Cuando el sacerdote ha leído el Evangelio, besa el libro, diciendo en secreto: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados”, mostrando su amor a la Palabra de Dios y su deseo de llevarlo a la vida cotidiana.