sábado, 17 de mayo de 2014

La Santa Misa - Capítulo Décimo - Rito de Comunión - El Padrenuestro y la paz



El Padrenuestro 



Es la oración que nos enseñó el Señor (la Oración Dominical): somos hijos de Dios y hermanos.

Fíjate en las siete peticiones que haces a Dios en esta oración tan hermosa e importante:

  • Santificado sea tu nombre: le pedimos que nos comportemos de tal modo que su nombre sea honrado en nuestra vida.
  • Venga a nosotros tu reino: le pedimos que reine Él en nosotros, que sea Él quien dirige nuestras vidas.
  • Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: le pedimos que así como los ángeles y los santos son felices obedeciendo siempre la voluntad de Dios, lo seamos también nosotros obedeciendo a Dios.
  • Danos hoy nuestro pan de cada día: le pedimos que no nos falte nunca el alimento corporal ni la Eucaristía en nuestra vida; y es una forma de recordarnos que tenemos que compartir nuestros bienes con todos los hombres y mujeres que nos rodean.
  • Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: condicionamos el perdón que queremos recibir de Dios del perdón que nosotros damos a los demás, de modo que si nosotros no perdonamos, Dios tampoco nos perdone.
  • No nos dejes caer en la tentación: le pedimos que no respondamos a las llamadas que el diablo nos insinúa de apartarnos de Dios.
  • Líbranos del Mal: pese a lo que muchos piensan no se refiere esta última petición a los males físicos o morales, ni siquiera a los espirituales, sino que se refiere directamente al Maligno, Satanás.
Por esto, en la oración que llega a continuación el sacerdote pide a Dios que nos libre de todos los males, pero no solo esto, sino que ayudados de su misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos a la segunda venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque no podemos olvidar que este mundo tiene fecha de caducidad y el fin del mundo se producirá cuando regrese Jesús en gloria. Venida que hemos de esperar con ilusión, preparándonos cada día con buenas obras.
A esta oración responderemos: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
¿Te das cuenta qué estamos diciendo en este momento? Porque no es poco lo que decimos y lo que ofrecemos en este momento a Dios:

Tuyo es el reino: es decir, le estamos diciendo a Dios que queremos que sea Él quien dirija nuestras vidas, quien reine sobre nosotros.
Tuyo es el poder: reconocemos que sólo Dios puede de verdad, que en nosotros no reside la capacidad de cambiar, de mejorar toda nuestra vida de librarnos del mal, de instaurar la paz, etc.
Tuya la gloria: muy importante, pues le decimos a Dios que no queremos aplausos ni méritos, sino que todo proviene de Dios y solo Dios es merecedor de todas las medallas por siempre.

Rito de la paz

Comienza el sacerdote dirigiéndose directamente a Jesucristo presente en la Eucaristía en el altar: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “la paz os dejo, mi paz os doy”… 
Seguidamente nos hace participar de la paz del Señor: la paz del Señor esté siempre con vosotros. Pero no se detiene ahí: a continuación nos invita  extender esa paz entre nosotros, dejando atrás toda enemistad o problema que hayamos podido tener.

Mediante un signo de amistad (ya sea dándonos la mano, bien un abrazo o un beso) nos damos la paz unos a otros con orden y alegría. No dejes que nada te separe de los demás: el rencor no es cristiano.